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PABLO CALATAYUD
Gerente y director técnico de Celler del Roure
¿Cómo comenzó la bodega de Celler del Roure?
Mientras estudiaba en la Universidad Politécnica de Valencia mi carrera de ingeniero agrónomo, empecé con mi padre a darle vueltas a la idea de convertirme en productor de vino y ya en 1997, tras un viaje al Priorat, fue cuando el proyecto empezó a tomar forma
Háblanos de Maduresa y del proceso de recuperación de esta variedad casi extinguida.
Con maduresa queríamos apuntar alto, explorar nuestras posibilidades y dignificar el trabajo de estas tierras y la gente mayor nos contaba que antiguamente había una uva que se llamaba ‘Mandó’ que hacía unos vinos buenísimos. Tras la filoxera, en las primeras décadas del siglo XX, llegó la industrialización y la producción masiva y ahí perdimos algunas variedades muy interesantes que algunos con paciencia estamos intentando recuperar. Ya verás cuántos buenos vinos y cuántas alegrias nos vamos a llevar con estas joyitas, con estos tesoros vegetales..
¿Cuál ha sido el mayor reto al que os habéis enfrentado?
La verdad es que nos hemos metido en muchos líos, pero creo que el mayor reto ahora mismo es demostrar que estas viejas tinajas aún tienen mucha vida por delante. Estamos comprobando que las tinajas de barro crian muy bien los vinos y es que además son parte fundamental de una larga historia que no debemos menospreciar.
Si un joven decide comenzar un camino en la industria vinícola… ¿Qué le recomendarías?
Pues primero, ya que es joven, que viaje y aprenda todo lo que pueda, y luego que que estudie y respete al máximo su tierra y su territorio y cuando llegue el momento, que trate de dar mucho sentido a un vino antes de sacarlo al mercado
