Por un lado, se considera que el edificio debe ser manifiesto de una organización transversal, dinámica, transparente y que preserva e impulsa la identidad social. Por ello, formalmente se propone un proyecto en el cual la arquitectura es dinámica, novedosa, escenario de interacciones y oportunidad de progreso.

Por otro lado, el proyecto debe resolver un edificio contemporáneo de uso administrativo, que dé respuesta a las formas de trabajo actuales, versátiles y dinámicas; respondiendo a necesidades humanas y funcionalmente centrado en el usuario. Así como un edificio modular que resuelva un programa funcional heterogéneo y con capacidad de adaptarse a los cambios. Para ello, se proponen espacios flexibles que se adapten a las necesidades cambiantes de los trabajadores, con facilidad de reconfiguración y con puestos de trabajo equitativos, situados en áreas con iluminación natural y vistas al exterior.

A nivel urbano, se propone un edificio integrado en su entorno que genere una transición y diálogo, tanto funcional como material, con el actual edificio de la CEICD. Se opta por integrarlo tanto a nivel material como volumétrico, respetando anchos de calle y las dimensiones propias de esta escala urbana.

Por último, se plantea un edificio íntegramente sostenible que recoge los parámetros de la arquitectura bioclimática y los aplica mediante códigos compositivos actuales. A nivel simbólico, devuelve a la naturaleza el espacio que ocupa con el gesto de distribuir vegetación por todo el edificio, a largo de su fachada y patios. La arquitectura y el planteamiento de instalaciones que se propone no sólo es sostenible, sino que además lo muestra; apostando por las energías procedentes de fuentes renovables y por un alto valor de eficiencia energética de las instalaciones, contenidas dentro de una envolvente vegetal protegida por los brise-soleil y las pérgolas de su cubierta y fachada.